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El universo se divierte con nosotros

  • Gabriela Peña
  • 7 mar 2017
  • 4 Min. de lectura

-What do we say about coincidence?

-The universe is rarely so lazy.

-Sherlock. (The sign of three)

Una frase recurrente en mi día a día es “no creo en las casualidades” o, en su defecto, “las casualidades no existen”. El mundo es gigantesco, existen muchísimos semáforos, giros, puestos, decisiones, caídas de internet, imprevistos, comiditas, distracciones, esquinas, para que algo ocurra. Son probabilidades dentro de probabilidades dentro de probabilidades.


Son cosas que simplemente ocurren, que tal vez en ese momento no signifique nada, o tal vez no para ti, o en general no te generen nada (y solo sea la vida echándose un chistecito contigo. Estoy como a cinco pasos de esta conclusión, pero no aún). Son una sucesión de acontecimientos que te llevan a un punto en específico.


Por supuesto, tampoco creo que cada cosa que pase en tu vida tenga una explicación trascendental, que al ver una mariposa volar muy cerca de ti signifique algo profético, que las estrellas se alinearon para señalarte algo, no, no creo eso. Lo que sí creo es que el universo se divierte mucho con nosotros, mu-cho.

Cuando decidí concretamente que no creería en ellas me convertí (inconscientemente) en una acumuladora de… es curioso, la palabra que viene a la mente es “casualidades” pero no, llamémosle, eventos inesperados y/o irónicos. Hoy les voy a contar uno inesperado, los irónicos se los debo, pero les prometo que de esos hay para rato, casi dan para hacer una sección a lo “trágame tierra” de la revista Tú, pero menos vergonzosos.


 

Hace como dos días estaba escuchando unas notas de voz que tienen años conmigo, (Sí, la caja polvorienta no es solo ficción) conseguí de personas que estudiaron conmigo riéndose como fantasmas, unas cuantas de feliz cumpleaños, un par de canciones en piano y hasta una llamada “suaz”, aja, notas hasta del 2010. Entre esas había una más reciente, y resultó ser que mi yo del pasado fue un ente previsor que dejó un colchón para algún futuro escrito. Así que los dejo con palabras (bueno, más que todo ideas) del 24 de octubre del 2015:


La FILUC es la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, una parada obligatoria cada año. Fui un viernes, vi muchos libros y fui feliz. Al día siguiente, mi hermana tocó la puerta de mi cuarto junto a unas palabras mágicas “Gabriela, ¿quieres ir a la FILUC ahorita?”. La verdad de la verdad, es que la probabilidad de que esa Gabriela respondiera “No, vas con gente que no conozco y tengo muchas tareas” era bastante alta, y es posible que mi hermana esperara esa como respuesta. Sin embargo, uno nunca le dice que no a los libros y estoy casi segura que mis ganas de hacer tareas rozaba con lo inexistente. Me vestí súper apurada, ni me dio tiempo de arreglarme y me fui. “Voy a ver libros nada más” pensé. (Ja, ja. Nunca salgan como locos, aquí les dejo una guía de por qué eso no es prudente).


Al llegar había muchísima gente, un grupo en específico estaba reunido alrededor de una mesa. Como la curiosidad nunca echa en falta, nos asomamos y vemos a un joven firmando libros. El día anterior (en mi atenta caminata por las estanterías) encontré un libro con la frase “la primera saga fantástica venezolana”, al día siguiente no había que hacer un profundo despeje de X para saber quién era ese escritor sentado junto a la mesa.


Deshice mis pasos hasta donde sabía que estaba el libro, lo compré e hice mi filita como toda una buena fan naciente. (Sí, debo admitir que fue un poco farandulero pero eh, si lo hubiera comprado el día anterior cuando lo vi, ¿cómo lo habría firmado al día siguiente? Touché.)


Debo destacar que soy una persona muy penosa para estas cosas, así que cuando me tocó entregarle el libro fue como “Hola” cual niña, pero el muchacho fue súper agradable con mi hermana y conmigo, preguntó por nuestros nombres, y la conversación decayó. Luego preguntó por nuestros libros favoritos y dije (Dos pequeños incisos: 1. No suelo iniciar conversaciones con personas que no conozco porque no se me hace natural, me cuesta, lo siento, introverts problems. 2. No tengo un solo libro favorito, normalmente tengo como tres cartas a la mano y ese día me provoco decir:) El nombre del viento.


Sucedieron varias cosas: a ese escritor desconocido se le iluminó la cara y me respondió (probablemente, no está grabado a fuego en mi memoria) “¡Qué, ese libro es demasiado bueno!”, yo, por mi parte, olvidé el inciso 1 y charlé como una loca, hablamos de los personajes, de la historia, ¡hasta me debatió partes que no le gustaban! Y yo en modo: Ese libro es perfecto, qué dices. Mi hermana me cuenta que la gente que estaba esperando su firma nos miraba en modo “¿Qué está pasando?”.


Fue una experiencia bastante random y divertida que me enseñó dos cosas:

  1. Si nos negamos es posible que nunca nos pasen cosas extrañas e inesperadas como esas. Fue un día genial, salí con libro nuevo, firmado, y chistes con las personas que fuimos.

  2. Puedo hablar de Kvothe (diminutivo en mi cabeza para el nombre del viento) con CUALQUIER PERSONA como si lo conociera de toda la vida. Todo un descubrimiento.


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Somos cuatro amigos (Gabrieña, Jose, Sthefany, Víctor) intentando crear contenido -Aunque puede que encuentres muchas pendejadas-, desde el apareamiento de las hormigas hasta una guerra interplanetaria. Se supone que (No, aquí no viene la canción de Luis Fonsi) deberíamos ser serios, pero la solemnidad no es asunto nuestro.

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