Casualidades y fashionismo

Personalmente debo hacerles una confesión, tengo una debilidad insuperable por el buen vestir. Desde pequeña, cada vez que observo a cualquier persona vistiendo de manera hermosamente peculiar mis ojos se fijan directo a la ropa del sujeto en cuestión, detallando desde los accesorios más resaltantes como lo podría ser un sombrero rojo, hasta lo más mínimo como el color de las medias. Es un comportamiento que no puedo evitar. De hecho, a mi olvidadiza memoria se le hace más fácil recordar los atuendos que el rostro de las personas ¡Lo siento, pero el buen uso de una talla correcta no es algo que se vea todos los días!

Mi multicultural centro de estudios es una pasarela perfecta para que mis ojos lloren o se sientan complacidos ante dichosos espectáculos. Unos muy llamativos, otros un poco extraños y después sigue el común denominador (que es donde yo me incluyo). He llegado a tal punto donde me he “fijado” dos veces de la misma persona, solo mirando los zapatos. Mi cerebro distraído ya había olvidado su rostro, pero ahí estaban sus zapatos (y mi amiga) para recordarme quién era el individuo.

Hay otro caso de un personaje que con frecuencia pone sumo cuidado en sus atuendos, como si la noche anterior dejara el “disfraz” listo para la pasarela universitaria: sombreros, camisas de vestir a su medida, calcetines de señor, lentes, hasta incluso uno que otro maletín. Son muchas las veces que suelo mirar con cierto descaro sus trajes fashionistas y pocos convencionales.

No me gusta encontrarme con personas en la calle, menos los días en los que no pongo ni un ápice de cuidado en mi vestimenta (bueno los días que ando como una loca), por eso este día en particular decidí ir al centro comercial menos concurrido de mi ciudad en busca de unos pantalones decentes y que no fueran imposiblemente costosos (tomando en cuenta la situación del país). Decidí buscar en la tienda más escondida del mall con la esperanza firme de no tropezarme con ningún conocido, pero justo en la tienda del frente estaba el “disfrazado señor fashionista” con sus sombreros, atendiendo a su particular clientela.

Las casualidades, me tomé el atrevimiento de buscar esta palabra en Google, y se define así: “Causa o fuerza a la que supuestamente se deben los hechos y circunstancias imprevistos, especialmente la coincidencia de dos sucesos”. Pero ¿realmente existe esto o todo ya está escrito? Algunos días me gusta pensar que la vida es la suma de todas las pequeñas improvisaciones que a diario tomamos. Cualquier decisión que elegimos, por más pequeña e insignificante que parezca puede cambiar el curso de nuestra historia.

Pensar que el futuro ya está escrito me pone la piel de gallina, ¡Qué desalentador! ¡Qué desdicha para aquellas personas con un pésimo destino! Tampoco quiero creer en la "ley de las unidades energéticas”, porque de ser por eso ya tendría el carro de mis sueños con sólo pensarlo. Si hay algo por lo que apuesto, es por los pequeños manifiestos, aquellas señales que nos llegan por casualidad, que dejan una huella y repercusión en nuestro futuro. Ellas, me hacen olvidar el destino, las supersticiones, me permiten tener una mente más positiva, trazar mis metas y disfrutar del ahora sin preocupaciones.

Moraleja: Nunca andes por la vida como una loca, yo sólo me encontré a un simple “disfrazado señor fashionista”. Tú, podrías estar corriendo al amor de tu vida.