El canto de las sirenas
- Gabriela Peña
- 3 feb 2017
- 3 Min. de lectura

El sonido de las olas te hace compañía mientras la brisa te lanza pequeños destellos de agua salada. Sientes el vaivén bajo tus pies, adelante, atrás, adelante, atrás, como una canción de cuna que te arrulla, te envuelve y te acerca poco a poco a la inconsciencia. Hasta que escuchas una voz.
Una voz que parece miel derretida, dulce, clara, seductora. Una voz que te susurra desde la distancia, te atrapa, te mece y te cautiva, como un insecto en medio de una telaraña, pero claro, es imposible que te percates de tan minúsculo detalle. Para ti, esa voz tan melodiosa suena como las primeras notas de un piano, lejanas, entre susurros, pero a su vez, repiquetean alegres y simpáticas, como el toque de un ukelele, romántico como el de una guitarra. Todo el frío que habitaba tu cuerpo se despoja de golpe, sin previo aviso te encuentras cálido, entre ropas delgadas y finas.
Un olor exquisito se instala a tu alrededor, aunque no logras definir si es a chocolate, café o algo más elocuente como salsa bechamel. Sigues a todas y a cada una de esas sensaciones, en algún punto comienzas a sentirte empapado, pero no te molesta, solo piensas en lo hambriento que estás y en esa comida que te espera en… ¿la cocina? ¡Pero si estás a kilómetros de una! Tu conciencia hace acto de presencia como un electroshock junto a tu voz interna (más chillona de lo normal) que grita ¿¡Cómo demonios llegué aquí!?
Y, al preguntar, cómo demonios llegaste ahí, te refieres a cómo llegaste a estar en medio del agua, frío y entumecido, atrapado entre media docena de sirenas. Lamento decirte que sus intenciones no son buenas.
Esto, queridos amigos, pretende hacer alusión a la vida de un lector, que camina felizmente al matadero porque el camino es placentero e inevitable. Aunque hoy, no estamos aquí para hablar de las penurias de los lectores (tendremos bastante tiempo para eso) hoy nos enfocaremos en los narradores, específicamente en sus voces.
Sabemos que los narradores tienen la capacidad de llevar una historia a la gloria o descuartizarla con un par de oraciones. Se convierten en guías, los buenos no nos dicen donde debemos cruzar, ni en qué parte debemos sorprendernos, o ponernos a llorar o sonreír, los buenos nos permiten descubrirlo por sí solos. Tienen un inmenso poder a pesar de solo estar hechos de palabras. (Una parte de esta oración se la debo a Mario Vargas Llosa.)
Por ello decidí colocar tres tipos de los narradores más comunes, con un ejemplo que los ilustre.
Narrador Protagonista: Challenger Deep de Neal Shusterman. (Si no han escuchado de Neal les recomiendo encarecidamente que se den la oportunidad de leerlo).
En Challenger Deep nuestro narrador es Caden Bosch, este joven se encarga de contarnos la aventura que transcurre… en su cabeza. No quiero contarles mucho para no formular un spoiler, lo que sí les puedo asegurar es que da una perspectiva diferente, bastante amplia, de todos los clichés y las situaciones que se producen alrededor de las personas que sufren enfermedades mentales. Porque Caden Bosch es uno de ellos.
Narrador “Testigo”: Una serie de eventos desafortunados por Lemony Snicket.
Admito que soy nueva leyendo a Lemony, pero su forma de narrar es cautivadora, es literaria, específica y, tal vez, un poco trágica. Es un narrador que procura hacerte sentir dentro de la historia, de posicionarte y de acercarte a los sentimientos de los protagonistas, él procura no dejarte en ascuas bajo ningún término. Además, hay trece libros para que no te sientas abandonado por un buen lapso de tiempo.
Narrador Omnisciente: El circo de la noche de Erin Morgenstern. (Pude haberme ido por una opción lógica y escoger sin titubeos a Rowling, pero hoy me fui por la diversidad.)
En este libro el narrador no escatima en meter sus narices en cada rincón, entre escenarios, oficinas y, por supuesto, la vida de los personajes, la narrativa es poética y, a pesar de no ser fan de una que otra línea argumental, el ritmo y las palabras hacen que las oraciones en tu cabeza se conviertan en melodías.
Comments