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Me quedé dormida en clases

  • solrep4s
  • 10 feb 2017
  • 2 Min. de lectura

Son las 7am de la mañana, la hora precisa donde mi cerebro, se supone, debería estar activo para recibir las primeras horas de clase, y sí lo está ¡Se los juro! pero cuando tienes en tus narices a un profesor que lleva dos horas hablando del mismo tema sin parar, teniendo que mirar fijamente un pizarrón, mi cerebro se aburre y se duerme.


Sólo tengo dos etapas en mis días: la que estoy en movimiento y la que estoy soñando. Los sistemas educativos del mundo incluyen en sus cátedras un montón de viejas y obsoletas teorías que probablemente vas a desechar. Me disculpan maestros (¡Papás los amo!), pero realmente no creo que alguien se despierte en la mañana diciendo “¡Oh, mira los algoritmos que están en mi teléfono! ¡tengo el pelo ondulado, maldita queratina!”.


Estando en la primaria los profesores se quejaban constantemente con mis padres de que nunca paraba de moverme, caminaba mucho por el salón y conversaba en plena clase. Cuando por fin lograban controlar mi cuerpo y sentarme, me quedaba dormida. Tuve el mismo problema al pasar por la secundaria o bachillerato (como sea que lo llamen en tu país). Mi única solución era mantenerme ocupada. Ahora estoy en la universidad y, aunque he mejorado, el problema continúa.


La sociedad le resta importancia a materias relacionadas con el arte y el deporte. En su lugar, ponen horas interminables de matemáticas, ciencias, literaturas e idiomas, pero ¿Qué pasa con los estudiantes como yo que necesitamos movernos para pensar mejor? ¿No les parece un poco injusto que nosotros tengamos que pasar dos o más horas sentados en un pupitre o silla, escuchando un montón de palabradas que olvidaremos al salir del aula? ¿Cómo le pides a un intranquilo que sea paciente y mantenga fija su atención?


Creo que las escuelas están matando la creatividad, soy partidaria de que el aprendizaje es más significativo y eficiente efectuando la práctica que escuchando teorías. La humanidad debería reinventarse con técnicas de estudios más creativas e innovadoras, creadas para personas como nosotros (los impacientes) podamos desenvolvernos con mayor fluidez. Aprendí el abecedario cantando y mi profesora de flamenco lo aprendió bailando, evidentemente ninguna de las dos prestó atención a su maestra.


Algunos meses atrás estuve hablando con una psicóloga, quien me explicaba que mi dificultad principal es que soy muy hiperactiva y ansiosa. Al llegar a mi casa busqué en Google todas las posibilidades que podría usar a mi favor partiendo de esa nueva premisa, finalmente entendí porqué me desenvuelvo mejor en los dibujos, diseñando, creando mandalas, o porqué el flamenco se volvió mi mejor aliado para mantener el control sobre mi cuerpo.


Por suerte tengo unos padres que detectaron mi intranquilidad a tiempo y me mantuvieron en cuantas actividades extracurriculares se les atravesara por el frente: natación, gimnasia, danza contemporánea, ballet, flamenco, pintura y hasta clases de dibujo. En cada una de ellas encontré a más gente como yo: más creativos, más intranquilos.


Señores profesores del mundo, entiendan que el nivel de la inteligencia de sus alumnos no se mide por la calificación más alta. En la diversidad está el gusto y todos tenemos diferentes tipos de inteligencias.


Y ustedes amigos impacientes, no están solos, por aquí les mando un abrazo cibernético ¡Mantente en movimiento!


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Somos cuatro amigos (Gabrieña, Jose, Sthefany, Víctor) intentando crear contenido -Aunque puede que encuentres muchas pendejadas-, desde el apareamiento de las hormigas hasta una guerra interplanetaria. Se supone que (No, aquí no viene la canción de Luis Fonsi) deberíamos ser serios, pero la solemnidad no es asunto nuestro.

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