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San Valentín

  • solrep4s
  • 14 feb 2017
  • 9 Min. de lectura

Hoy me dieron ganas de recomendar una de las mejores películas románticas que he visto, todo para celebrar el día de San Valentín. Me acuerdo que estaba acostado en mi cuarto pasando los canales cuando decidí dejar TNT para darle una oportunidad a The Vow (Votos de Amor), y la verdad me sorprendió, me gustó más de lo que tenía pensado. Pero primero voy a ponerlos en el contexto del film.


La película trata de Paige Collins (Rachel McAdams) y Leo (Channing Tatum), un matrimonio donde se encuentran profundamente enamorados y felices. Como de costumbre, un día salen a divertirse y deciden ir al cine, al terminar la función se suben al carro para dirigirse a la casa, pero en un alto, antes de llegar, Paige se quita el cinturón para besar a Leo y justo allí es cuando el accidente sucede. Un camión los impacta por detrás ocasionando que Paige salga por el parabrisas.


Cuando llegan al hospital Paige entra en coma. Al despertar, Leo se da cuenta que ella ha perdido parte de la memoria, olvidando toda su relación. Solo recuerda su época cuando era una joven estudiante de leyes que estaba comprometida con el empresario Jeremy (su exnovio). Leo no solo debe luchar contra esto, sino que además tendrá que lograr que su esposa se vuelva a enamorar de él.


A mi parecer es casi imposible no sentir nostalgia con esta película, la razón es que desde un principio te enganchas con los personajes, y todo gracias al excelente trabajo que realizan al mostrarte el pasado de ellos. Es ideal para las personas que logran meterse en la historia de los protagonistas (me siento identificado aquí). Imagínate por un momento que la persona que más quieres te olvide, no recuerde nada de lo que ha vivido contigo y tú debes tratar de hacer que recuerde todo y que te quiera como antes (por cierto, no hablo exactamente de una pareja, puede ser tu mamá, papá, tu hermana o hermano, incluso tu bella mascota). Eso es lo que trata de transmitir la película, que sientas lo que siente Leo.


Por el realismo y la naturalidad que se presenta en cada escena dentro de la cinta, y la perfecta selección de música, es que la recomiendo con los ojos cerrados, además por estar inspirada en una historia real.


La película te deja como enseñanza que siempre se deben afrontar las situaciones difíciles que nos pone la vida con la mejor disposición, que se debe luchar por las cosas que de verdad amamos, en vez de darnos por vencidos y que no todos los recuerdos duran para siempre, sin embargo, siempre es un buen momento para crear nuevos.


“Mi teoría es que esos momentos impactantes, esos destellos que ponen patas arriba nuestras vidas, son los que terminan definiendo quiénes somos.”

-Leo Collins.

La suave melodía de aquel teclado se junta con el viento de verano que se inmiscuye a través de los grandes ventanales de aquel salón. Sentados frente al imponente instrumento están bajo los hechizos propios del amor. Sus dedos se rozan sobre las blancas teclas con sumo cuidado, como si temieran hacerse daño o herirse. O quizás, ahora así es su amor: simple, tranquilo y respetuoso.


Sonrisas inundan la acogedora sala, recuerdan los días en donde las aventuras eran las protagonistas de sus vidas, mientras sus labios se funden como muestra del cariño sincero que se tienen. Describir a detalle lo que sucedió las próximas dos horas dentro de esta escena tan íntima y llena de amor sería una indiscreción de mi parte, por lo que lo dejo a la imaginación de cualquier lector romántico empedernido, que tenga la gallardía y sin vergüenza alguna se atreva a hurgar dentro la intimidad de estos dos seres.


Un reflejo de luces azules y rojas se deja percibir a través de las ventanas y por el orifico debajo de la puerta principal, acompañado de un sonido que nunca es señal buenas noticias. Simultáneamente una de las personas está formando una algarabía y toma entre sus brazos el cuerpo de su compañía que ya se encuentra inmóvil en el piso, pronto tendrá que dejarlo ir. El salón se tornó oscuro, lleno de un atormentador silencio, propio de aquel desdichado evento.


Desde entonces, las puertas y ventanas se mantienen siempre abiertas, sin moverse, y debajo su umbral un ser esperando que una sonrisa reapareciera. Por las noches, cuando este mortal duerme escrudiña entre sus sueños para conseguir aquellos ojos responsables de su placidez.


Les diría que su compañía si volvió una tarde de verano con el sol y las montañas de testigos para evidenciar aquel majestuoso evento, y entrelazaron sus brazos como dos almas que nunca debieron estar separadas. Que a partir de ese momento pasaron todas las noches juntos, las nubladas y las estrelladas, arropados bajo la misma sábana como sólo Dios trae a las personas al mundo y las une en un ardiente calor abrazador, en un acto de puro e infinito amor.


Me gustaría contarles sobre aquellas miradas de segundos interminables donde los ojos manifiestan todas las emociones porque las palabras no son suficientes. Pero desde luego, ella no era Frida ni mucho menos él Diego. Este amor fue así, efímero, de esos que sólo subsisten el tiempo que dura un tren en llegar a la próxima estación, el mismo que permanece una colilla de cigarro encendida, lo equivalente a lo que tardó aquella rara enfermedad en apoderarse de su sumiso y delicado cuerpo.


14/02/2000


La vida pasó por mis ojos en tan solo unos instantes, la realidad me golpeaba con toda la fuerza gravitacional, la lágrima de sangre me lo confirmaba; los recuerdos viajaban a toda velocidad, algunos más borrosos que otros, pero en ellos siempre estabas tú.

–V. Náriz-


El día de hoy estuvo lleno de sonrisas, es San Valentín, la fecha número uno en comercialización, y fornicación, según tu diccionario popular, era curioso como en este día siempre me lanzabas las cajas de chocolate a la cabeza (por eso decidí siempre comprarte un par de medias, son más suaves al golpear) insultándome de haber contribuido a la “industrialización homicida”, y luego descubrirte horas más tarde comiéndote los que quedaron dentro de la caja, mientras buscabas una supuesta factura dentro de tu cartera, para demostrarme que te los habías comprado tú misma: “Sé que la puse junto con la tarjeta, ah, es que tampoco la consigo…”


Nuestro hijo hoy ha corrido hasta mí para contarme sobre la chica que le gusta, la ha descrito con palabras que solo tú conoces, creo que ha heredado tu don de poeta empedernida. Le he recomendado que se le acerque, que hable con ella por unos días y luego la invite a salir, específicamente que la llevase al café de la calle 97, y que se sentaran en la mesa de la esquina, la que tiene tallada un corazón en la madera. Lo imaginé comiendo y tratando de encontrar un tema de conversación de manera torpe, así como cuando yo te llevé, quizás él logré evitar derramar el café sobre ella, o no, así ella podría derramar un poco sobre él también y ambos irían "Combinados con estilo cafetero", tal como tú lo describiste.


El día de hoy también estuvo lleno de melancolía, me abatió hasta dejarme por los suelos. La vieja paloma blanca con pintas grises llegó esta mañana a nuestra habitación para saludarnos, trajo un consigo un viejo broche dorado con una piedra violeta que brillaba como los diamantes, abrí la ventana para dejarla entrar, revoloteó por toda la habitación hasta posarse en tu tocador esperando que la acariciaras, pobre, no sabía que no llegarías.


Mientras me bañaba llené la bañera hasta su tope y me sumergí en ella, bajo el agua podía escuchar la pequeña risa que lanzabas cuando estabas molesta, mi mente recreaba las noches cuando pasábamos horas y horas hablando por el teléfono mientras luchábamos por no quedarnos dormidos, y revivió como su obra maestra el día en que nuestro amor fue correspondido, cuando me dijiste que me amabas, pero que debía dejar atrás ese yo asustadizo, ansioso, procrastinador de sentimientos y aguerrido de corazón.


La medicación hace que mi cabeza esté por las nubes, flotando entre ellas recordé aquellos primero días, cuando te admiraba desde lejos mientras moría de ganas por hablarte, vaya tonto fui al no hacerlo, ¿Qué podría haber perdido?, incluso, habría estado más tiempo a tu lado; también recordé la primera vez en que te dije lo que sentía, los latidos de mi corazón se aceleraron tal cual como el día en que nos casamos, debo confesar que ese día dejé de ser persona, era la viva definición de felicidad, algo que me falta el día de hoy.


Duele, recordarte duele, y mucho más hoy, cuando nuestra hija acaba de comprometerse y yo estoy aquí moribundo en esta cama de hospital esperando que las pastillas surjan efecto, las siento deshacerse en mi estómago, viajan por mis venas dejando un cosquilleo que duerme mis pies, las piernas, y ahora las manos, estoy cayendo dormido, aunque antes de irme quiero decirte que te sigo recordando, los días, las horas, minutos, todos los recuerdo, y estoy feliz de que pudimos tener esta común historia de amor (Sé que odias esa palabra, por eso la he utilizado), y más aún que hayas cambiado a este más que común muchacho que tan solo se limitaba a fantasear en conocerte, pero, sí, aún tengo un 'Pero', de esos que tanto odiabas en tu retórica medieval, estoy más feliz porque voy a volver a verte.


Una pequeña introducción

El primer pensamiento (loco y sin frenos) que tuve al pensar acerca de este artículo fue escribir sobre el amor, pero era un poco profundo. Y lo cierto es que no sé si estoy preparada para lanzarme un “arjonazo”, por lo que pasé al plan B (y, sinceramente, la opción más obvia) hacer un top con libros relacionados, igualmente, por alguna razón tampoco me convencía. Así que me detuve un momento, tapé la primera parte de la frase y me quedé con la última palabra. Amistad.


Bienvenido a una carta abierta a la amistad

Hace años pasaba mis horas desglosando el significado de esa sólida, adorable, dulce y aclamada palabra, “amistad”, sobre lo que la rodeaba, comparando mi relación con ella con la de otras personas. El resultado: terminé con una sutil envidia a todos aquellos que aclamaban a los cuatro vientos su exquisita y perdurable amistad con su amiguito de preescolar, y es genial que haya funcionado para ellos, pero en mi caso, colocarle a alguien la etiqueta mejor amigo es solo el inicio de una serie de eventos desafortunados.


Por lo que empecé a sortear ese par de términos en conjunto. Puedes tropezar con una piedra una, dos veces, a la tercera empiezas a preguntarte si es realmente necesaria en tu camino y, en primer lugar, cómo demonios llego ahí.


Comienzas a analizar las cosas y pensar mucho, tal vez demasiado. Estás cara a cara a estas personas y solo consigues ver la cuenta regresiva que va restando los minutos que les quedan juntos. Sabes que cuando crucen esa puerta no habrá vuelta atrás. Y no estás muy seguro si prefieres tomarlos del brazo antes de que la traspasen o sacarlos a empujones.


Desde el momento en que no estemos juntos, Alai es un extraño, porque ahora tiene una vida que no forma parte de la mía.

-El juego de Ender (Orson Scott Card)


Dando pie a ese juego maquiavélico donde todos saben todo y nadie dice nada. Es como si la niebla se hubiera colado por la ventana, las cosas continúan como si nada porque eres capaz de ver sus caras, pero no logras definirlas. Y mientras más tiempo dura, más confuso se vuelve el ambiente. Hasta tú te difuminas.


Una versión más amarga, triste y desconfiada de ti mismo toma las riendas. Empiezas a preguntarte una y otra vez “¿Por qué hacen eso si se supone que son mis amigos?” y en tu cabeza te conviertes en la víctima. Pero no lo eres, en lo absoluto. En primer lugar, porque de alguna forma tú te pusiste en esa situación, decidiste confiar. En segundo, no es su culpa que esperes great expectations. En tercero, no es como si se levantaran y pensaran “vamos a hacerle daño”, solo son ellos pensando en ellos.


Lo que resulta en pensamientos salvajes que se apoderan de tu cabeza (la psicología lo llamaría El ello), pensamientos que esperan que se sientan justo como tú. E ilógicamente, a veces eso te hace sentir bien, pero una parte de ti sabe que no es eso lo que quieres. Lo que deseas es ser feliz, y para darle de comer a la ironía, con esas personas. Quienes en algún momento fueron lo máximo.


La educación sentimental hace acto de presencia (dejaré que Benito se los explique por mí: Cada quien se va haciendo a sí mismo y encontrando nuevas afinidades, nuevos gustos, nuevas maneras de ver el mundo. Cada canción, cada sueño, cada encuentro fortuito o premeditado, cada película vista, cada libro leído te hacen una persona diferente, te determinan. Eso es lo que se llama <Educación Sentimental>) y no es como si estuvieras dándote por vencido, es solo que no puedes luchar con la vida por cosas que ya no le ves sentido.



Sin embargo, tras esta cháchara melancólica, también creo que hay personas maravilla. Los que siempre anduvieron por ahí pero no los llegaste a ver realmente. Personas graciosas, creativas e inteligentes con quien es sencillísimo crear empatía, a quienes pasaste de largo por enfocarte en el mismo aburrido e inentendible cuadro que creías significaría algo para toda la vida.


También están las personas súper. Que, al decirles una locura, te responden “Vale, veamos cómo hacerlo”, que te hacen reír, te hacen compañía, con los que realmente puedes contar, los que te dan nuevas perspectivas y te enseñan lo acertado (o equivocado) que estás e, inconscientemente, te obligan a ser una mejor versión de ti mismo.


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