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Día Internacional de la Felicidad

  • solrep4s
  • 20 mar 2017
  • 9 Min. de lectura

"Happiness can be found, even in the darkest of times, if one only remembers to turn on the light."

– J.K. Rowling.

Felicidad es.


Estas nueve letras conforman una palabra universal que, sin embargo, contiene cientos y cientos de significados distantes entre sí.


Para algunos puede ser la llegada de un ser querido, para otros, la de una bolsa llena de billetes. Puede ser lo que sientes al mirar los ojos, que se ven mucho más claros bajo la luz del sol, de esa persona que te devuelve la mirada muy de cerca, o al jugar pacman y salir victorioso frente a los fantasmitas, al unir un rompe cabeza de 1000 piezas, al entregar el último trabajo del semestre, cuando tu mascota se acurruca a tu lado acaparando gran parte de la sábana, o cuando aparecen con un postre inesperadamente.


Puede ser al ver que tenías razón todo ese tiempo acerca de ese plot twist, o cuando ves a un niño bailar como si no importara nada, cuando logras hacer reír a esa persona estoica, cuando subes el volumen del radio hasta que te duelan los oídos, al bailar cuando nadie está mirando. La sensación del primer chapuzón en la piscina, al ver a personas saboreando tu comida, al recibir más likes de los que imaginabas, al percibir los frutos de ese par de minutos que dedicaste a la inteligencia en las redes sociales *tos* stalker *tos*. Cuando esa persona descarada te sostiene la mirada, al ver la nueva temporada de tu serie favorita, al tener la entrada del concierto en tus manos, al encontrar agua fría en un día caluroso.


O cuando te llega la notificación de tu youtuber predilecto, cuando por fin comes el platillo que llevabas semanas pensando, al encontrar esa banda por la que tus oídos llevaban años esperando. Cuando intentas cosas nuevas y triunfas con ellas.


Hay miles de razones para ser feliz, tontas, efímeras, históricas, vacías, emocionantes, sencillas, pero a fin de cuentas son tus razones. No te las dejes robar por un panorama gris, vívelas como si no hubiera mañana, porque como dice esa frase tan relacionada a la vida de Fridita (tal vez no el mejor ejemplo para emplear en el día de la felicidad):

“Ten el coraje de vivir, pues cualquiera puede morir”.

¡Feliz día! ¡No olvides sonreír!

¿Existe un día para la felicidad? Pues sí, todo ocurre con una iniciativa del Reino de Bután, en donde ellos consideran que la Felicidad Nacional Brutas es mucho más importante que el Producto Interior Bruto, entonces es cuando el 28 de junio de 2012 la Asamblea General de las Naciones Unidas, decide proclamar el 20 de marzo como Día Internacional de la Felicidad. ¿El objetivo de la ONU? Reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los ser humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno. Además curiosamente es el día exacto cuando comienza la primavera en el hemisferio norte, que es conocida como la estación que aumenta la felicidad.


Ahora voy expresar un poco lo que pienso de la felicidad. Este sentimiento es muy subjetivo, hay una gran diversidad de cosas que pueden hacer feliz a una persona que necesariamente no lo haga con otras, alguna de estas cosas pueden ser tan monetarias como salir de viaje, comprar ropa o ir al cine; otras pueden ser tan inesperadas como ir al curso y terminar entrando gratis al zoológico; incluso tan sencillas como simplemente pasar tiempo con tu mascota o familia. En realidad creo que las personas son las responsables de su propia felicidad, cada quien decide que tan feliz quiere ser o estar.


En mi humilde opinión me considero una persona muy feliz, por lo menos actualmente mi felicidad se puede resumir en una palabra: vacaciones, no crean que la razón es que voy a salir todos los días o que me voy a ir de viaje, la verdad es que el simple hecho de no entrar a un salón de clase para escuchar a profesores mientras siento un aburrimiento eterno, me hace feliz.


Mi consejo es que vivan la vida sin estrés y se mantengan felices, con esto no estoy diciendo que no se pueden estar tristes, molestos o quejarse de algunas cosas, a veces es muy necesario (sobre todo si viven en socialismo), pero no dejen que eso consuma la mayor parte de su vida, no existe un mejor sentimiento que la felicidad.

"Cuando yo tenía 5 años, mi madre me decía que la felicidad era la clave de la vida. Cuando fui a la escuela, me preguntaron qué quería ser cuando yo fuera grande. Yo respondí Feliz. Me dijeron que yo no entendía la pregunta, y yo les respondí, que ustedes no entendían la vida".

-John Lennon

Como dice la sabia canción de Justin Bieber "Am I in love with you? Or am I in love with the feeling?" Esta es la pregunta que siempre me realizo ante las cosas que me hace más feliz en el mundo ¿Estoy enamorada de ti o estoy enamorada del sentimiento? No lo sé, pero hoy es el día de la felicidad y me gustaría describírselas en pocas palabras.


Cuando tu alma y tu cuerpo se unen al ritmo de una sola canción y tienes el control de todas tus extremidades, los movimientos involuntarios se hacen inexistentes. Ese es el preciso momento en donde no dejas ir al soudtrack de tu vida y subes la intensidad con el ritmo de cada canción.


Justo cuando tus dedos toman el lugar que les corresponde, escuchas con atención una a una de las palabras que dicta el músico, las emociones se ven reflejadas en cada movimiento realizado y las mariposas empiezan a invadir tu abdomen.


Es en ese instante donde te sientes parte de algo muy grade que va más allá de tu mundo, más allá de la vida misma. Aquello que el común denominador simplemente no entendería porque nunca les ha corrido por sus venas tanta adrenalina, tanto amor.


Desvías tu mirada al horizonte y hay un montón de ojos observándote con completa admiración. Para ti solo existen tres cosas en el mundo: tú, tus movimientos y los músicos del fondo. Tu cabeza no deja de pensar que estas realizando algo realmente hermoso. El sentimiento de que algo grande se apodera de ti es infinito.


De repente el que está ahí no eres tú, sino la mejor versión de ti. Ese que siempre estuvo y pocos vieron. Ahora estas en la cima ante tus propios espectadores, eres como un adolescente locamente enamorado del sentimiento, tienes todo lo que siempre podrías soñar.


Si tomas más valor y observas a los reflectores que están arriba de ti, tu cuerpo sabrá que es un momento tan íntimo que de repente todo desaparece y sientes una conexión con la música tan inexplicable que eres incapaz de controlar, de una manera tan consumidora que hasta podrías volar.


No quieres escapar, ni mucho menos salir corriendo. Sabes que ese lugar es tuyo, es ahí donde perteneces. Lo mismo da si estas de paso o si el universo conspira y te permite estar ahí la vida entera.


La impresión de que nada mejor puede estar pasando es tan gratificante, casi puedes sentir las lágrimas corriendo por tus mejillas. No importa cuánto músculos de tus pies se encuentren entumecidos, o qué tan fuerte estés apretando tus nalgas para poder mantener el equilibrio y no perder tu punto fijo mientras giras, el sentimiento lo vale y adormece dolores.


El corazón es engañoso, y como si se tratase de un sueño intentas encontrar la verdad, pero amas tanto el sentimiento que no quieres nunca salir de tu ensueño. No puedes sacarlo de tu cabeza, porque el mundo está a tus pies justo en ese instante. Se pierden los miedos y hasta el aliento. Pasa tan rápido, y como un buen amante siempre te deja con ganas de más. De pronto necesitas que alguien te salve porque tanta felicidad podría volverte loco. Pero resulta hermoso.



Desde que puedo recordar vivo en la calle 109 del sector Porttens, aunque estamos bastante cerca de la ciudad es un suburbio bastante calmado, y según mi madre, la señora Marta ya vivía en la última casa de la calle desde antes que nosotros llegáramos.


Cómo la mayoría de personas de avanzada edad, era de esperarse que nos regañara cada vez que salíamos todos los niños de la cuadra a jugar con nuestras bicicletas, patinetas, monopatines, o cualquier juguete que estuviese de moda, para quedarnos hasta tarde corriendo los unos de los otros mientras reíamos, y a veces (La mayoría del tiempo) gritáramos con todas nuestras fuerzas. Recuerdo que incluso una vez que nos amenazó con sacar su máquina podadora y pasarle por encima a nuestros patines si los volvíamos a dejar en su jardín, creo que la verdad razón de su enojo había sido que no la invitamos a jugar con nosotros, pero nos mintió con que habíamos arruinado sus petunias al lanzarles "Ese montón de basura con ruedas" sobre ellas. Aunque siempre nos regañaba a todos por igual, conmigo era diferente, mientras se encargaba de gritarle a los demás, a mí me guiñaba el ojo y esperaba a que todos se marchasen para llamarme hasta la puerta de su casa y regalarme una pequeña bolsita con tres galletas, siempre diciéndome: "Hazme saber si algún día no te gusta mi receta, las hago especialmente para ti", no entendía por qué era tan cariñosa conmigo y no con los demás, incluso a Dill siempre le regañaba diciéndole que hablaba con un tono de voz muy alto, cuando en realidad para hablar con él, todos en el grupo debemos callarnos porque si no, no le escuchamos.


La señora Marta vivía sola con cinco gatos, tres perros (Un Golden retriever llamado Sr. Juan, un lobo siberiano que respondía por Doug, y un Pug que le gustaba atender por Rey Francisco), dos loros y una pecera inmensa con más de 30 peces tetra neón a los cuales les llamaba Lalo, ¿Como los diferenciaba? se preguntarán, pues eran Lalo 1, Lalo 2, Lalo 3, y así seguían, para mí todos eran iguales, a excepción de Lala, la única pez dorado de toda la pecera.


El resto del vecindario odiaba a la señora Marta, en especial sus vecinos, Los Mickson y los Rensena, nunca les dejaba martillar después de las cuatro de la tarde; las fiestas debían ser hasta máximo las ocho, o les llamaba a la policía, y si querían hacer una barbacoa en su patio, tenían que usar una parrillera eléctrica y sin que botara demasiado humo. El resto de los vecinos solamente habían tenido uno que otro encuentro con ella en las juntas vecinales, donde siempre se oponía a cualquier clase de actividad que se fuese a realizar, y en Navidad, era la única casa que no estaba decorada, ¿Pero es que cómo una señora de 70 años va a decorar su casa sola? Imposible. En varias ocasiones le propuse que yo podía ayudarla, pero mi mejor logro fue hacerla guindar una corona en su puerta y que me cocinara unas galletas de colores con formas de árbol de Navidad. Su casa nunca se vio más feliz y las galletas no podían saber mejor.


El 20 de marzo la señora Marta murió de un ataque al corazón. Mis padres se encargaron de su funeral, sentían que eran lo mínimo que podían hacer, además de que ninguno de sus hijos contestó las llamadas, y no tenía hermanos. Empezaba a comprender un poco porqué siempre estaba tan molesta, no debe de ser muy bonito estar sola todo el tiempo. La mudanza llegó a su casa ese mismo día, sacaron todas sus pertenencias y las guardamos en un depósito para que sus hijos las pudiesen reclamar, si aparecían. También convencí a mis padres de que adoptásemos a todas sus mascotas, pero huyeron ese mismo día, incluso los peces, nadaron boca arriba para engañar a los hombres de la mudanza para que los echaran por el escusado y así poder llegar al mar, muy inteligentes, si me lo preguntan.


Su funeral estaba desolado, solamente éramos mis padres, dos señoras de mediana edad que compartían con ella en su club de bordado, el cartero, y yo. El cielo estaba gris, los relámpagos iluminaban nuestras caras cada segundo, a lo lejos podía escuchar la lluvia acercarse, el padre terminó las oraciones y procedieron a tapar su urna con la tierra, detrás de mí escuché un montón de autos acercarse tocando las cornetas con entusiasmo, al voltearme observé como la gran caravana se acercaba con globos, flores, pitos y maracas, las personas exclamaban al aire "¡Marta, siempre estarás con nosotros!". Aparcaron los autos de manera desordenada por toda la calle y se acercaron hasta la tumba de la señora Marta con velocidad, mis padres estaban atónitos. Los sepultadores no se inmutaban con lo que estaba sucediendo, seguían haciendo su trabajo. La multitud vociferaba al unísono, sonaban los pitos, maracas, y todo lo que pudiesen hacer sonar. Escuché el ladrido lejano de Sr. Juan, toda la manada de animales corrían hacia nosotros por el horizonte. Se unieron a la multitud, los recibieron como viejos amigos. No comprendía quienes eran todas estas personas.


Mis padres decidieron que debíamos alejarnos por unos momentos, “Puede que sean maniáticos que se han confundido de funeral”.-dijo mi padre-. Yo no lo creía, estaban las mascotas de la señora Marta, ellos no podían equivocarse. Miré al cielo, las nubes grises se habían desvanecido, el sol brillaba como si estuviésemos en pleno verano.


La muchedumbre seguía con la fiesta que aumentaba su vocerío a medida que la tumba se cubría, hasta que la taparon por completo y todos guardaron silencio. Algunos lloraron, otros se cubrían la cara con pañuelos, y las mascotas aullaban al cielo con dolor. El corazón se me hizo añicos, solté una lágrima y estrujé la última bolsa de galletas que me había regalado, era el único recuerdo que me quedaba de ella. Pasaron cinco minutos y la multitud de marchó sin dejar rastro alguno, o por lo menos no en la calle, su tumba ahora estaba repleta de flores, globos, papelillo, y galletas recién horneadas. Junto a lápida descansaba una foto de la señora Marta, estaba acostada en el suelo riéndose a carcajadas mientras sus mascotas jugaban con ella. En la esquina del marco una pequeña inscripción ponía: "Para Marta Sthowl, la señora felicidad, de parte de todas sus mascotas rescatadas, y de todos a los que nos rescató de nuestro horrible destino".



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Somos cuatro amigos (Gabrieña, Jose, Sthefany, Víctor) intentando crear contenido -Aunque puede que encuentres muchas pendejadas-, desde el apareamiento de las hormigas hasta una guerra interplanetaria. Se supone que (No, aquí no viene la canción de Luis Fonsi) deberíamos ser serios, pero la solemnidad no es asunto nuestro.

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