El nombre del poder
- Gabriela Peña
- 23 mar 2017
- 3 Min. de lectura

Hagamos una prueba, si te pregunto: ¿Quién eres? ¿Cuál es tu respuesta inmediata? ¿Tu nombre? (Puede que existan muchas vertientes, y decidas pensar; un humano, una persona, una mujer, un hombre, un anciano, una joven, pero dentro de todas estas siempre habrá un lugar especial para tu nombre, no te mientas).
Un nombre va mucho más allá de la palabra, porque además de conferir significado a alguien o algo, transmite poder. Esto bien lo han sabido los hombres durante siglos. Los nombres son el núcleo principal del mundo. Como elijas llamarte puede marcarte el camino o borrarlo, generarte credibilidad mientras otro, poco más que burlas. Por eso, las personas sabias escogen con cuidado cómo llamarse, porque una vez puesto no hay forma de cambiarlo, al lanzar la flecha no hay manera de hacerla volver.
Hablemos de casos, situémonos en Grecia, una sociedad segura y prolífera hasta que llegaron los romanos, quienes tomaron todo, hasta sus dioses. No conforme con rezarles también decidieron cambiarles el nombre, Zeus, Hera, Afrodita y Ares, pasaron a ser Júpiter, Juno, Venus y Marte (tan solo por colocar algunos). Pero la alteración no fue solo esa, su aspecto y atributos también cambiaron, incluso su personalidad. Reflejando la cultura que los acogió, eran más belicosos, duros y poderosos que su contraparte griega. Es decir, eran los mismos, pero a la vez no.
En Alemania, está el cuento reconocidísimo (irónicamente) de "Rumplestilskin". El padre de los nombres ocultos, popularizado por los hermanos Grimm. Un duende renombrado por otorgar favores a cambio de cosas. Un día halló el contrato de su vida, se quedaría con la hija del rey, a menos que la madre pronunciara su nombre. Una tarea imposible, a menos que fueras un explorador con el objetivo de ser el predilecto de la esposa del rey.
En la cultura popular podemos tropezarnos con personajes como Beetlejuice, un ser incontrolable con un defecto particular, si logras pronunciar su nombre tres veces, te confieres el poder de controlarlo. El caso de Lord Voldemort, que desechó un nombre muggle por un anagrama tan temible que en la comunidad mágica prefirieron no pronunciarlo. Hasta en fragmentado, que su objetivo está lejos de ser este tópico, la importancia del nombre se engalana.
En casos más comunes, las personas, en general, inmigrantes que adoptan otro nombre de pila acorde a su nueva cultura, quienes prefieren que los llamen por su segundo nombre, adoptan además una personalidad distinta. Mi hermana y yo conocemos la misma persona, ella la conoce por su segundo nombre, yo por el primero, para ella es un amor, para mí, un ogro. Sin irnos muy lejos, hoy en día con un nombre puedes averiguar media vida de una persona, porque después de todo, manejas ese poder.
¿Cuál fue el último libro que leíste porque su título te llamó la atención? ¿O película? El nombre está intrínseco en la carta de presentación sino, pregúntenle al sabio Patrick Rothfuss, escritor de El nombre del viento (obra maestra) la importancia de éste, a lo largo de la novela podemos ver las referencias, una y otra vez, de cómo es Kvothe y cómo es Kote. El mismo personaje, pero a la vez no es el mismo personaje.
Son caras y caras de como decidimos definirnos, del significado que nos damos a nosotros mismos, quienes decidimos ser. Si alguien te dice que los nombres no son más que palabrerías y unas cuantas letras ordenadas en papel, huye. No lo escuches.
Un consejo, si no confías en alguien no reveles tu verdadero nombre.
“Todos nos contamos una historia sobre nosotros mismos. Siempre. Continuamente. Esa historia es lo que nos convierte en lo que somos. Nos construimos a nosotros mismos a partir de esa historia.”
-Patrick Rothfuss.
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