El universo de Beatrice
- V.Náriz
- 28 mar 2017
- 3 Min. de lectura

El mundo tal cual lo conoces no existe, no hay mares, cielo, viento, ni grandes montañas qué escalar, tampoco millones de personas, sólo estoy yo, y estas cuatro salas de colores.
La cruda realidad siempre ha sido un problema, ¿qué más se puede desear cuando solo conoces planas superficies de color? “Nada”, podría ser la respuesta, pero sé que no es cierto, todos los días duermo esperando que vuelva a ese sueño, en realidad a cualquier sueño que me lleve de nuevo a ese lugar, a la nueva realidad que me puso los pelos de punta, dónde fui feliz por un momento sintiendo la brisa en mi cara, el corazón latir a mil por horas, el calor en el pecho y el deseo de quedarme en ese momento por siempre.
Mi nombre es Beatrice, vivo en esta ‘caja’ desde que recuerdo, es grande, o por lo menos para el tamaño de mi cuerpo, puesto que no conozco si hay alguien más alta que yo, en realidad no conozco nada más, solo estoy yo, las cuatro habitaciones, y los colores.
Deseos es el nombre de la habitación azul donde duermo cada vez que añoro por salir de este extraño lugar. Su color el frío y enérgico, brilla en mis ojos como si deseara complacerme con todo su poder. Cuando duermo dentro de ella las ideas suelen dar miles de vueltas en mi cabeza, se me ofusca la mente y creo que puedo combatir con las manos la realidad que me espera al despertar, pero también sé muy bien que no lo puedo hacer, y que tampoco puedo dejar de dormir en esa habitación, es bueno tener algo de lo qué aferrarse de vez en cuando.
Sueño, la habitación de amarillo cálido que me calma cuando entro a ella. Por lo general siempre duermo allí, sus paredes me convierten en lo que yo o ellas quieran. De esta he aprendido todo lo que sé, el verdadero mundo, lo que puede existir detrás de estas paredes, y lo insignificante que es mi vida, minimizada a pudrirme por siempre en estas habitaciones, a estar sola por el resto del tiempo, y a soñar que puedo salir de ellas.
Descanso, la habitación verde pálido que colorea las paredes con vigor. Ella es mi resguardo. Calmada, atenta, y acogedora. Dentro no existe cabida, los sueños se desvanecen y las ideas huyen, es solo la habitación y yo. Ahí descanso, mi cabeza se torna ligera y el cuerpo se convierte en solo un saco de huesos que cae en un profundo sueño oscuro, en él puedo conversar conmigo misma, y con la habitación.
Pasión, la habitación roja flameante. El ondeante fuego ardiente se refleja con fulgor en las paredes, como la brisa de mis sueños. En él tengo la cabeza centrada, puedo pensar libremente mis movimientos, recordar los sueños, dejar que las emociones llenen mi cuerpo y sentir como la galaxia se expande detrás de las paredes. Algunas veces me llena de adrenalina, otras de furia, pero la disfruto, disfruto poder tener el control sobre lo que hago, lo que pienso, y lo que quiero.
Estoy encerrada en estas paredes, sola, empapándome de todo lo que puedo y no puedo ser. Cada día es un martirio, aunque he logrado sobrellevarlo. Este es mi universo, puede que se encuentre incluso dentro de la misma vía láctea, o tal vez seamos lo mismo, aún no lo sé, he intentado conversarlo con la habitación de los sueños, parece saber mucho, pero no consigo que me responda.
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