El ocaso de la humanidad
- V.Náriz
- 11 jul 2017
- 3 Min. de lectura

“La vida es esta cosa espontánea que tan solo sucede”
Los últimos rayos de sol coloreaban el cielo de ese anaranjado cálido que se suelen ver en las pinturas y en las películas, era la primera vez que lo presenciaba en vida real, nunca había ocurrido algo así en este mundano pueblo, aquí todo era tan normal que si la tierra nos tragara de repente, todos estaríamos más felices; o quizás era porque nunca subía la cabeza y siempre estaba pendiente de mis cosas, cualquiera de las dos tenían la misma validez. Un pequeño grupo de cinco pájaros volaron sobre mí creando una flecha con su formación, apuntaban hacia el sol, a donde se dirigían, era como si no quisieran que se fuera y lo estuviesen siguiendo a ciegas, “A donde sea que se vaya”, y la verdad es que yo también quería hacer eso. Uno a uno sentí como las luces de las casas a mí alrededor se fueron apagando, al igual que el zumbido del montón de aparatos eléctrico que gobernaba en nuestras vidas, "Paz, por fin".
Una vieja camioneta cargada con recuerdos y uno que otros trastos viejos de hogar atravesó la calle con rapidez, dejaron caer algunos libros y un perchero que se destrozó al golpear con el pavimento, la oscuridad le pisaba los talones, incluso llegó a tocarles la maleta, y todas sus luces trasera se apagaron de inmediato, pero eso no detuvo al señor de calva pronunciada para pisara hasta el final el acelerador. Los niños veían la carretera por el vidrio de atrás, dejando todo, sus casas, sus recuerdos, las personas. La camioneta siguió la carretera hasta que se perdieron en el horizonte. Y el sonido en seco de una escopeta interrumpió mis pensamientos, provenía de la casa de al lado, luego le siguieron dos más, un pequeño sollozo y un último disparo, la familia Ferguson habían acabado con sus vidas, no entendía por qué habían tomado esa decisión, no es que se fuese a acabar el mundo, “¿o sí?” Pero la verdad es que tampoco le di muchas vueltas, cada loco con su tema, además, así habrían menos personas que me molestaran.
La brisa azotó con fuerza agitando las ramas de los árboles, el sonido de las hojas llenó el ambiente por unos segundos, y conté, diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro... Tres... Dos... Uno, y el último rayo de sol se escondió detrás de las montarlas, la oscuridad plena se apropió de todo… El completo silencio lleno cada pequeño espacio que habíamos dejado, no más aparato eléctricos, no más luchas contra nosotros mismos para ganarnos el dinero, no más preocupaciones, y no más vida, esa era a la verdad, el sol se había ido para siempre y con ello la raza humana.
Los científicos aseguraron que no aguantaríamos más de un año, que las temperaturas bajaría a nivel más que extremos y moriríamos congelados, la falta de sol nos haría perder muchas propiedades en la piel, por ende seríamos más propensos a enfermarnos, y además, no podríamos ver absolutamente nada, solo seríamos un planeta más en el oscuro e inmenso universo. Por suerte los señores de blanco lo anunciaron temprano, argumentó la sociedad, ese montón de ratas sucias, todo se hacían llamar amigos, pero amigo es el ratón del queso, y aun así se harta de él. Todos se despidieron y acabaron con sus vidas de la forma en que quisieron, ‘Una última oportunidad’, pero para mí eso no era nada qué celebrar. Recordé uno de los tantos problemas que gobernaron en mi mente: nadie analizaba la realidad, ¿Cómo es posible que nadie se diera cuenta que empezábamos a morir desde el momento en que nacíamos? pero ahora, que hemos gastado todo lo que teníamos para vivir, se suponía que debía juntarme con el resto de humanos y descansar en paz, ¡Que se jodan! Esa cuerda de bichos raros jamás fueron de mi agrado.
El reino animal empezó a cobrar terreno rápidamente “Retomar lo que es de ellos”, los grillos empezaron a cantar, las ramas a croar, e incluso estaba seguro que había escuchado aullar a un lobo. Tomé la botella de whiskey, bajé del techo de la que había sido mi casa, y empecé a caminar ciegamente por lo que recordaba era la calle, sin rumbo, sin personas, solo yo, la tierra, y el silencio, el maldito silencio.
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